En la primera clase la profesora nos planteó que nos presentáramos y que indicáramos qué relación teníamos con las matemáticas. A través de las experiencias de los compañeros fui descubriendo las distintas "relaciones" que habían establecido tanto en el pasado como en el presente y las actitudes que en ellos se habían generado y habían quedado marcadas en cuanto a las matemáticas.
Buenas relaciones con las mates:
Algunos tenían experiencias positivas, tras acabar sus años en colegios e institutos habían seguido cursando sus estudios en la universidad con ramas directamente relacionadas con las matemáticas. Vimos en clase, que estas decisiones que tomaron algunos en cuanto a seguir estudiando matemáticas en sus carreras, había estado asociada, en muchos casos, a las buenas experiencias que habían tenido en las aulas, gracias a la figura de los buenos maestros que habían sido capaces de transmitir con su actitud motivadora el gusto por los números.
Algunos de los alumnos expresaron que disfrutaban aprendiendo matemáticas, sus profesores habían sido capaces de enseñarles la utilidad de su asignatura, habían sido capaces de trasladar las matemáticas más allá de las teorías que había que aprender en clase para lograr que llegasen a formar parte de la realidad más cercana y útil.
Otros alumnos expresaron que su buena relación con las matemáticas se debía a su propio interés o curiosidad por las mismas. Cuando terminaba la clase investigaban por su cuenta y seguían disfrutando y aprendiendo más allá de lo que se daba en clase. Claro, todo esto eran experiencias que se daban en niveles de educación superiores y no en edades tempranas.
¿Las mates? No me caen bien, ¡gracias!:
Sin embargo, las experiencias que más abundaban en clase eran las negativas. Socialmente las mates tienen un estigma negativo asociado a ellas, siempre "pagan el pato" de los fracasos escolares.
(Una madre y su hijo se encuentran a la salida del cole con una conocida que es la madre de otro alumno).
Madre B: Rubén, ¿qué tal vas en el cole?
Rubén: Bien...
Madre A (de Rubén): En general va bien, pero las mates... se le resisten, ¡ya se sabe!
Madre B: ¡Claro, yo las odiaba cuando era pequeña!
¿Esto por qué? ¿Nos han dado una bofetada las mates cuando íbamos a clase? ¿Nos pegaba collejas el número Pi? ¿Las integrales nos insultaban cuando pasábamos a su lado? Seguro que no.
Entonces, ¿qué está pasando?
Se repetía el mismo discurso alumno tras alumno. En primaria me llevaba bien con las mates, pero en el curso X con el profesor Y (que me tenía manía) las cogí asco y ya no las trago, cuando pude las di de lado. Sí, sabemos que las mates existen, pero mejor es no cruzarse con ellas. Es decir, en muchos casos, el principal culpable de que los alumnos cogiesen ese "odio" a las mates fue el propio profesor. No se debe enseñar un conocimiento teórico de memoria. ¿De qué sirve memorizar fórmulas que olvidamos según nos examinamos? Habrá que procurar que el aprendizaje sea significativo. Las fórmulas no se memorizan, se deducen y se aplican cuando son oportunas, no por sistema.
En muchos casos el profe era majo, "caía bien", pero que un profesor sea majo o no luego no incide en que enseñe mejor o peor. Que alguien sea un profesor majo no quiere decir que sea un buen profesor, por muy bien que nos llevemos con él.
¡La temible pizarra y los profesores tiranos!
En España tenemos pánico a hacer el ridículo. Si cometemos un error se nos cae el mundo a los pies. Y si cometemos dos explotamos en mil pedazos. Eso es lo que pensamos, ¡qué triste! Si esto fuese el Reino Unido sería distinto. Allí lo importante es ser activos en nuestro aprendizaje, si cometes un error no pasa nada. En España, desde que entramos en el aula estamos siendo juzgados por nuestros compañeros y, peor aún, hay dos ojos de un demonio posados en nuestra figura, sí, ¡el tirano profesor!
Existen aún profesores tiranos en las aulas. Muchos de mis compañeros (por lo que comentaban) y yo los hemos sufrido. Son esos profesores que cuando te equivocas te ridiculizan, se ríen y hacen que el resto se ría de ti, ¡muy instructivo, sin duda! El castigo llevado al extremo, seguramente fruto de frustraciones y deseos no conseguidos, haciendo sentirse mal al resto ellos se sienten mejor. Algo a erradicar.
¿Y la pizarra? Yo he visto alumnos que se han llegado a orinar cuando les han pedido salir al encerado, ¡qué fuerte! Y ¿por qué? Porque es tal el miedo al error que tenían, el pánico que daba salir a la pizarra, a hacer un ejercicio y que nos equivocáramos, que cada vez que oías al profesor decir tu nombre echabas a temblar. Tenemos que procurar que el hecho de salir a la pizarra sea algo positivo. ¡Es bueno salir a la pizarra y es bueno cometer errores! Cometiendo errores y aprendiendo por qué los cometemos aprendemos. Como profesores/maestros hay que conseguir que el hecho de salir a la pizarra sea un refuerzo posotivo. Peo ¡ojo! que un refuerzo positivo no tiene por qué ser lo mismo que un premio. Para aclarar conceptos pincha aquí.
Algunos consejillos que sí hay que seguir en nuestra clase:
- Fomentar la curiosidad en el alumno para que vaya más allá de lo que aprende en clase. ¡Vale ya de hablar cosas poco tangibles para ellos! ¡Encontremos elementos de su realidad cercana que podamos aplicar en clase para que entiendan y aprendan realmente!
- Cada alumno necesita de un tiempo distinto para asimilar conceptos y resolver problemas o ejercicios. Procuremos darle a cada alumno el tiempo que necesita. ¡No aprenden todos al mismo ritmo, ojalá!
- Los docentes somos espejos en los que se miran los alumnos. Una actitud positiva hacia lo que enseñamos les motivará a la hora de aprenderlo.
- Hay que secuenciar los problemas según su dificultad, que sean adecuados al nivel.
- Ofrezcamos a los alumnos retos. Hagamos que se impliquen en el proceso de aprendizaje, hay que estimular el desafío, ¡que aprender sea una aventura y sean ellos, y no nosotros, los protagonistas!
- Sumar y realizar operaciones hay aparatos que lo hacen mucho mejor y más rápido que los humanos. Lo que hay que hacer es lograr que los alumnos aprendan el por qué han de hacer una determinada operación y no otra.
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